Científicos de la Universidad de Edimburgo han demostrado en un estudio que el agua y el aceite sí pueden mezclarse, al contrario de lo que siempre se ha creído y visto por experiencia propia. Aunque este hallazgo sólo puede darse bajo ciertas circunstancias, como en la actual coyuntura política donde el laboratorio libertario consiguió que Kicillof , Llaryora, Pullaro y Nacho Torres, terminen arrimados . Aunque no los une el amor sino el espanto.
Al calor de los ataques del Ejecutivo, el gobernador bonaerense Axel Kicillof terminó generando un muy buen vínculo con colegas como el cordobés Martín Llaryora, el santafesino Maximiliano Pullaro o el chubutense Nacho Torres. A priori lejanos en lo ideológico, terminaron coincidiendo por su capacidad de escucha y por las necesidades comunes de hacer frente a los ajustes del Gobierno.
El chat de los 23 gobernadores y un jefe de gobierno funcionó como lugar de encuentro en los días de las peores acusaciones de Javier Milei contra las provincias, cuando en el Congreso no le aprobaban las cosas como él quería a cambio de nada.
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Las represalias que luego pergeñó contra los gobernadores fortaleció el vínculo al nivel de forjar algunas amistades -o, al menos, muy buenas relaciones- impensadas hasta hace algunas semanas como las de Axel Kicillof con el peronista cordobés Martín Llaryora, el radical santafesino Maximiliano Pullaro o el macrista chubutense Ignacio Torres, todos ellos en algún momento blanco de las iras presidenciales. La fluida conexión se mantiene y ya genera propuestas comunes como la idea de Llaryora, que acompaña Kicillof, de impulsar un impuesto a los altos ingresos con un piso alto ajustable por inflación, de manera que no lo paguen trabajadores asalariados sino ejecutivos y empresarios.
Estaban destinados a mirarse de reojo y ver en su colega provincial a un potencial adversario, con quien debía competir en lo político y por los recursos económicos. Pero en apenas unas pocas semanas de gestión de Milei les hizo comprender que estaban todos en el mismo barco y que no había salvación individual posible. Axel y Llaryora -a quienes en una primera impresión se los podría considerar representantes de visiones antagónicas del peronismo- comenzaron a intercambiar mensajes frecuentes en la previa de la discusión parlamentaria de la ley Omnibus.
El gobernador bonaerense lo llamó para saber de primera mano si de verdad pensaba votarla como decían las crónicas periodísticas y así se enteró de las diferencias del cordobés respecto a facultades delegadas, privatizaciones y retenciones.